Retruécano

El arca

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Guardián de lo precioso o lo necesario, a menudo de ambas cosas, sin criterio, sin sentido, definido su contenido solo por el arbitrio de su dueño. El vengativo dios de los judíos mandó a Noé a meter una pareja de cada ser vivo en una gran embarcación de madera, no me queda claro si como un acceso de ternura o como el tirano que deja algún vivo como testigo de su furia; lo cierto es que la llamó arca, un cofre para guardar lo más caro, lo último que quedaba en el mundo.

También mandó a hacer el arca de la alianza, una caja de madera chapada en oro para guardar el irrompible contrato bajo el cual los judíos se sometían a ciertos principios morales que hoy en día resultan obvios (aunque también incumplidos), se comprometían a dejar el aparentemente extendido hábito de adorar cuadrúpedos dorados y lo más importante, no cuestionar los términos del propio contrato ni las modificaciones subsiguientes, cualesquiera que fueran, bajo riesgo de despido sin indemnización y con condena eterna. Como beneficio principal e inmediato serían llevados a una tierra que ha manado y sigue manando mucha más sangre que leche o miel.

El arcabuz

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Guardemos con cuidado la bola de metal destructora de huesos, carne y memoria, coloquemos con cuidado el argumento tosco que gana cualquier discusión, en la recamara. La urna de la bala cruda es como el anticipo de esa otra urna, de madera labrada para el noble, de anónima tierra húmeda para el vulgo, que atesora cuerpos fértiles. El primer viso de la mecanización de la muerte, los humanos siempre buscamos la eficiencia y el arcabuz superó todas las expectativas, ahora los campesinos que pululaban el campo de batalla no servían solo para morir, sino también para matar.

Refinamos un poco más el arte de introducir metal en el cuerpo humano, el arcabuz de repetición rápida, el arcabuz de mensajes de punta hueca, explosivos, el arcabuz superpesado de uranio empobrecido. Al cabo de poco prescindimos del plomo, de la recamara, del tosco armazón de madera, metal o polímeros de alto rendimiento. El arcabuz 2.0, el arcabuz 3.0, arcabuz free update, el arcabuz atractivo, insospechado, arcabuz apetecible, con nombres de dulces: arcabuz cinnamon roll, arcabuz icecream, arcabuz apple,  arcabuz marshmellow, etc.  

El arcabuz que apunta a la mente con su volea de democrática esterilidad. En el vacío inmenso que deja en el raciocinio la cavidad sanguinolenta que ha perforado el proyectil solo se escucha el eco de la detonación, azucarada, alegre, pegajosa.

La arcada

Primer corto de David Lynch.

Anticipada y repentina a la vez, sé cuándo me rondas pero no cuando has de llegar, sé todas tus maneras y tus modos pero me niego a reconocerte, evitando tu silueta como el que ve a un rostro familiar y desagradable en el vagón del metro. Te me haces más amable cuando  te presentas envuelta en alcohol, eres casi liberadora, reconozco tu inevitabilidad y la abrazo como consecuencia de mis pequeños suicidios; así, en el fondo del retrete o  a los oscuros pies de un árbol cualquiera, tu rostro amarillento y deforme me resulta querido, amonestador y cruel pero mío, íntimo, solidario.

Ay de mí cuando te presentas en la sobriedad cotidiana, revelándote en el más mínimo gesto. Tu habitáculo preferido es la aguja del reloj sin cristal que pende sobre la máquina del café. Sabes que el café es mi refugio diario, ese rito ahumado y melífero que a la vez me distiende el pensamiento y suaviza la jornada, por eso te agazapas sobre el segundero como una fiera al acecho, esperando que alce la vista pudorosa para erguirte en un estallido de sangre y colmillos sobre mi realidad. La náusea gobierna entonces ese segundo en que la vida se queda desnuda e inerte, un cuerpo sin pasión que anhela la podredumbre, única garantía de la paz.

El arco

kim ki duk El Arco Trailer http://lemapache.ohlog.com

Hay una película de Kim ki-duk llamada “El arco” en la que un anciano pescador cuida de una joven sibila. La película es silente si no muda, los protagonistas no emiten palabras y sin embargo son profundamente expresivos: el anciano es noble y testarudo, egoísta sin malicia, como un niño que ama sin reservas. La joven es inocente y poderosa, no abusa de su poder por un instinto solidario, pero es tan arrolladoramente bella y desafiante de la realidad que trastorna todo a su alrededor.  EL viejo pesca y aparentemente vive de su labor, pero su lugar en el mundo es ser el instrumento de adivinación de la joven; cuando alguien busca un augurio la joven se columpia a un lado del barco, en un péndulo suspendido sobre el mar y el viejo utiliza un arco para lanzar flechas certeras que esquivan a la muchacha en su despreocupado vaivén.

El viejo tiene un mueble, único lujo presente en el barco, en este arcón guarda con celo los ropajes ceremoniales conque la joven tendría que  desposarlo o cuidarlo, mantenerse ligada a el de la manera que fuera, lo cual representa la única falsa profecía de la película. El mueble es el arca de un deseo ignoto aún para el anciano, peligroso y traicionero.

El arcón

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De madera o piedra, reforzado en metal, refugio de  pequeños dioses domésticos, inmensurables fortunas o manuscritos herméticos. El arcón romano, egipcio, medieval, labrado, chapado, símbolo de riqueza o miseria según la crudeza o exuberancia de sus materiales, el arcón ha llegado hasta mi como un recipiente de plástico genérico, producido en masa, o como una caja de cartón rescatada de la basura, comprada en una tienda de barrio atiborrada de baratijas.

Arcón de mis secretos, cartas sin destinatario y juguetes queridos, poemas torpes y sordos, fotos sin memoria y memorias sin imágenes. Cofre o sarcófago de mi país portátil, un pasaporte y bolsitas de azúcar de una cafetería extinta, envoltorios de chocolates arrugados, la memoria de lo que ya no existe.

Confundo mi memoria con la caja plástica comprada en ikea, llena de papeles polvorientos, cerrada a la fuerza, donde habita el recuerdo de lo que creo ser. ¿Habré comprado mi pasado?, ¿Habré pagado lo suficiente? Temo la cuenta de mi memoria, una hipoteca impagable que se renueva a cada instante, y de la que pierdo poco a poco cada centímetro cuadrado.